Autora de Catarsis.

Abril de 1999, una mujer demasiado joven para tener un hijo, demasiado adulta para seguir jugando con la inocencia de la vida. Una sala de hospital. Enfermeras por doquier. Los llantos de la mujer, a punto de dar a luz, irradiando la sala. Millones de segundos después, casi minutos inexactos, rozando las horas, la mujer concibió la vida a Arabella.

Mejor dejemos las terceras personas para otro momento.

Nací y crecí en la capital rumana hasta cumplir dos años menos que una década. Los siguientes ocho años de mi vida, me desarrollé como persona en un pintoresco pueblo en un punto inexacto del País Vasco, rodeada de la tranquilidad de la naturaleza. Por elección y por casualidad, acabé en la capital madrileña, rodeada de todo aquello que me produce una sensación de amorodio maravillosa.

Más bien conocida como Arabella, apodo que nació del seno de una broma, una canción y un significado latino. Virago, Primavera, París y Afrodita son otros de los tantos apodos que a lo largo de los días recibo.


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